jueves, 21 de enero de 2010

Cuatro tópicas: La posibilidad del conocimiento y la relación sujeto-objeto


La construcción del saber científico requiere de un proceso dinámico, integrador, en la que la interdependencia y la conjunción del mundo real con el de las ideas representa el engranaje de la ciencia a fin de llegar a su producto final consistente en la generación de conocimiento veraz, susceptible de dar cuenta del fenómeno en sí, esto es, de aquello que se han dado en llamar el objeto. Este hecho, al que he decidido considerar un proceso, conlleva implicaciones de un nivel de abstracción amplio en cuanto la generación de conocimiento no se reduce al acto mismo de conocer sino que implica la consideración de una historia del conocimiento, dicho de otro modo, el conocimiento es un proceso histórico en el que por ende, el actor elemental es un elemento histórico, ese al que se ha considerado el substrato de toda actividad pensante, del orden de lo racional, al sujeto. Al decir “racional” se referencia la actividad cognitiva que representa la operatividad del sujeto, el desarrollo de acciones analíticas, sintéticas y formales en cuanto tal como vehículo para la comprensión del mundo, más no limita la operatividad del sujeto al uso exclusivo de la razón, en cuanto el mismo parte hacia su actividad cognoscente de lo allegado desde el orden de lo físico, de lo que es captado y transportado por los sentidos, esto es, de lo que no es subyacente por cuanto no recae en la actividad misma de pensar sino en sentir.
He dado con ello una división del hombre en la medida que el sujeto representa un substrato intangible, más, es la esencia del conocimiento porque se sitúa en el orden de las ideas, el sujeto representa el mundo interno del hombre, aquel a quien se le atribuyen las ideas y la actividad de pensar, el uso pleno de la conciencia. El sujeto no es una representación del hombre sino su internidad lo que hace que sus productos sean el resultado de la evaluación y formación de ideas frente a aquello que le ha allegado al hombre por medio de los sentidos, esto es, del objeto. Asumo el concepto de lo allegado como la proximidad ante el objeto, reduzco con ello la posibilidad de entender el objeto como captado plenamente por los sentidos; lo que es captado son solo partículas del objeto, segmentos de su formación y aproximaciones a su forma originaria, es por tanto una proximidad de lo que el objeto es como tal, puesto que para tener pleno conocimiento de éste se requiere del acto mismo de conocer cuyo vehículo es, a la luz de la ciencia, la investigación, no existe otro más que la indagación detenida y concienzuda de las propiedades del objeto a fin de descubrir su auténtica naturaleza en la medida de las posibilidades de hallar en ello argumentos verosímiles que nos permitan obtener una concepción clara del objeto que la más de las veces debe conllevar a la generación de saber teórico en relación al fenómeno de estudio, al objeto abordado.
Éste puede ser entendido desde mi perspectiva en dos acepciones, el objeto visto como el mundo externo que representa por ende todo aquello que rodea al sujeto y que es captado mediante los sentidos, el mundo en todas sus posibilidades, en sus formas físicas, químicas, en lo característicamente captable desde el uso de los sentidos, o bien, el objeto entendido como aquello que siendo conocido plantea posibilidades de conocimiento en cuanto nos es aún un misterio, aquello que desconocemos dentro del mundo exterior conocido, así pues, las cualidades mismas de la materia, la constitución de un determinado objeto, la naturaleza de un fenómeno, las variaciones de hechos sociales, los efectos determinados de una condición social, cultural, etc., son objeto, dado que plantean la posibilidad de conocimiento en la medida que en ellos hay algo de ininteligible. De manera tal que el objeto cuenta con sus propiedades individuales las cuales son “percibidas” por el sujeto quien entra en función de conocerlas; traza así la relación sujeto-objeto el desarrollo de las posibilidades de conocimiento.
Abandono esta línea de razonamiento para aterrizar sobre un hecho que plantea una problemática en la forma como es concebido el proceso de conocimiento resultante de la relación del sujeto con el objeto, tal problemática radica en un confusión de lo que el sujeto es como tal, confusión en la que juega un papel crítico la psicología por cuanto ha acrecentado nuestra profanidad en el asunto epistemológico.
En general, las disciplinas que entre sus prioridades tiene el estudio del hombre han producido en determinado momento conceptualizaciones diversas frente a la estructura elemental del significante hombre, máxime si incluyen dentro de sus intereses de estudio la relación del mismo con la posibilidad del conocimiento, algunas lo ven como un todo, otras, como un conjunto de elementos o estructuras sumados que generan interdependencia y cuyo estudio puede abordarse de manera emancipada. Una de tales estructuras es el Yo, concepto cuya definición y límites han sido ampliamente discutidos, a veces, sin ninguna verdad de fondo.
Históricamente, el yo ha sido entendido como la estructura elemental de la personalidad, imagen representacional sobre la que recae cada una de las características que atribuimos a un individuo de manera que el yo sería algo así como el representante real de lo que uno es. Empero, la idea de yo ha variado notablemente con el paso del tiempo y con la influencia del movimiento racional que se ocupe de su estudio, así, la filosofía tiene un punto de vista que se diferencia del que tiene el psicoanálisis o del que tiene la psicología, aún con esto, todas ellas convergen en una afirmación que por su carácter fehaciente, tiene el rango de lo absoluto: así como existe un yo que presenta al individuo, existe también un no-yo que hace referencia al mundo exterior, todo cuanto no es el individuo. El yo debe tener clara esta diferencia. La diferencia llega a ser entendida en el mismo plano de lo que subyace y lo que no, esto es, el objeto visto como un no-yo y el sujeto confundido con el concepto de yo dada la escasa claridad conceptual.
La noción de yo se ha visto enfrentada a numerosas refutaciones pese a la concepción personalista propia de la psicología que lo reafirma, es decir, el yo no fue siempre entendido de la manera como fue planteado en un inicio, habríamos de decir que existe una confusión entre el concepto del yo y el de sujeto, situación esta que se ha dado desde que el cogito cartesiano afirma la existencia de una unidad ontológica entre el yo y el sujeto que por ser el elemento central de la res cogitans determina al individuo del proceso cogitante. Si se entiende este planteamiento de Descartes tendríamos que aceptar que la idea del yo se encuentra sobrando, línea a través de la cual discurrirá el movimiento empirista de los ingleses Locke, Berkeley y Hume (Parada, 2001).
Confusión similar hayamos en los filósofos cristianos como San Agustín, quien supuso al sujeto como la búsqueda del mismo al interior del individuo, y al yo, como aquello dependiente del cuerpo, como lo terreno. Este es un asunto que resulta interesante pues la psicología clínica y la psiquiatría plantearan posteriormente que existe un yo-corporal que permite el conocimiento de la propia imagen física, es decir, se trata de un yo fragmentado, divido en tres subestructuras un yo real, un yo corporal y un no-yo, a partir de los cuales se construye la experiencia del “quién soy”. Esta visión fragmentaria comulga con la idea de sujeto, aspecto que de pleno representa un equívoco a la luz que el sujeto entendido como un ente fragmentario es un absoluto caos, no es sujeto, ni es nada, podrán ser fragmentarios sus productos en la medida que son organizados en categorías tal y como lo afirmó Kant y lo aprobó Piaget (citados en Radford, 2000) en relación al concepto de la organización de contenidos mentales del filósofo alemán, y aún así, este es un asunto que deja mucho al soslayo. Contrario a ello, es el objeto quien puede ser fragmentario, más aún, puede ser fragmentado; fragmentado por el mismo sujeto quien en su afán de dar organización a los contenidos mentales puede descomponer al objeto en distintas y múltiples partes cada cual puede ofrecer amplias posibilidades de conocimiento.
Esta idea de sujeto es la que impregna la psicología contemporánea, la idea de un sujeto que rápidamente se confunde o incorpora al yo, de aquí nace la psicología individualista basada en la concepción del yo como construido a partir de un campo fenomenológico de experiencia, de un yo asujetado o de un sujeto yoico, confusión gravísima de la que aparece como resultado el self, que es ahora el centro de la personalidad y sumerge lo que fuera un asunto epistemológico en toda una cadena inescudriñable de conceptos vacíos constituidos a manera de ídolos del foro (Bacon, 1984). Sobre esta confusión será que el psicoanálisis transformará la noción de yo bajo la afirmación de éste como un imaginario, afirmación que ya puede verse en la teoría freudiana del modelo estructural pero que la trasciende. Ahora el yo lo entiende el psicoanálisis como un mí, dándole prevalencia y mayor grado de relevancia (por decirlo de alguna manera) al sujeto, el cual es en cuanto tal como sujeto del inconsciente. Queda el yo como una construcción imaginaria de lo que se es, y el sujeto como lo que realmente se es, a causa del paso por el lenguaje.
La superación de este escollo nos permite aterrizar sobre temas de relevancia para nuestra presente empresa, recogiendo en una labor sintética buena parte del discurso pronunciado a través de la formulación de cuatro tópicos que dan sustento a toda mi tesis, tópicos que han podido haber pasado desapercibidos en el discurso pero que ahora cobran sus adeudos en el futuro de nuestra discusión, hablamos de cuatro elementos descritos previamente como son: 1) la concepción el conocimiento como un proceso histórico, 2) la visión operativa de la actividad del sujeto, 3) la veracidad como criterio de conocimiento y 4) la descrita y necesaria diferenciación del sujeto y el yo. Es hora pues, de adentrarnos en estas formulaciones.
Todo conocimiento conlleva una historia en tanto es construido por el hombre en cuanto ser histórico, es decir, ser culturalmente formado y estructurado como sujeto del conocimiento por la acción reguladora del lenguaje, estructura simbólica dentro de la cual se encuentra inscrita la posibilidad de reconocimiento de la realidad humana y del mundo exterior al sujeto denominando las operaciones intelectuales necesarias para dar cumplimiento del proceso de construcción de saber científico. Por histórico se entiende la relevancia que desempeña el contexto sociocultural en extenso sobre y para la ciencia entendiendo que la misma no puede ser vista como un fenómeno aislado de la cultura, por el contrario, mediante la ciencia se tiende al fomento de la cultura, al robustecimiento de la misma y por ende al impacto que sobre aquella representa el descubrir y el obrar científico, éste guarda una relación estrecha con la época dentro de la que se demarca su desarrollo, no en vano se ha llegado a considerar que todo descubrimiento científico es muestra de progreso entendiendo éste concepto (progreso) no bajo las limitaciones que plantea la visión crítica desde la perspectiva axiológica de la ciencia sino en función que, como asumió Popper (1994), toda investigación conduce a un saber que de ser lo suficientemente testable representa en sí mismo un aporte para la humanidad.
El desarrollo de argumentos científicos, la creación de nuevos experimentos, la construcción de nuevas formulaciones teóricas lo suficientemente sólidas para dar cuenta del objeto en cuanto tal, constituyen avances que en su esencia son una representación de la época en que se exhiben y ajustados a las posibilidades que la misma ofrece, el conocimiento fundamenta entonces un medio de construcción de avances frente al fenómeno histórico en que aparece el mismo constituyendo a su vez parte del proceso histórico, máxime si se considera el fenómeno desde la perspectiva del ente cognoscente, desde el sujeto.
Todo conocimiento conlleva una historia y es la historia del sujeto por cuanto es sujeto histórico, así mismo, todo conocimiento referencia la historia de la ciencia, justamente, porque quien formula el conocimiento es el sujeto quien ha captado cuanto más ha podido la esencia del objeto, por ello la ciencia es a su vez un proceso histórico que por ser construida mediante la interacción sujeto-objeto genera posibilidades ilimitadas de conocimiento dado que quien conoce es el sujeto histórico, esto es, toda ciencia es una ciencia subjetiva, es decir, es la ciencia de lo que conoce el sujeto. Propongo la supresión de la distinción entre conocimiento objetivo y conocimiento subjetivo por la formulación de un conocimiento integrador, aquel que reconoce la diádica vinculación entre el sujeto y su objeto de conocimiento como fuente esencial de la construcción de saber científico, sin embargo, la formulación de ésta llamada integración no representa una solución no problemática a la interminable división de la ciencia dura y la ciencia blanda en cuanto no pretende hallar un punto de confluencia único para ambas ni la aceptación bilateral y a la vez independiente de los fundamentos de ambas puesto que como lo afirmó Zuleta (…) las tendencias no están unidimensionalmente organizadas por ninguna armonía pre-establecida (2004), de allí que las tendencias contrapuestas, las adversidades, la diversidad de concepciones de la ciencia son a mi juicio necesarias para la construcción de nuevas y más sofisticadas discusiones acerca de las finalidades metodológicas de la ciencia, empero, sí asumo la necesidad de entender a la ciencia independientemente de la perspectiva tomada o del tipo de ciencia de que se trata, como una actividad del sujeto, puesto que es éste quien realiza el proceso de conocimiento, desde esta perspectiva la ciencia es en términos generales instaurada en la subjetividad dado que la posibilidad del conocimiento del objeto recae sobre la acción del sujeto.
Esa acción conlleva a la comprensión del fenómeno descrito como la operatividad del sujeto. Habremos de aceptar toda clase de crítica sobre el uso –algo templado- del término operativo, empero, sin el afán de caer en la sinonimia que ha impregnado a la psicología y a la ciencia social en general, asumimos la formulación de la operatividad del sujeto como un proceso directo, sistemático y calculado de búsqueda de conocimiento; estas tres condiciones, dirección, sistematicidad y cálculo, son indispensables para la construcción del saber científico en cuanto ellos son elementos que implican el uso de la investigación como camino para el saber científico, aquel saber que no aplica tales principios carece de cientificidad, es meramente lo que en Popper (1994) se entiende por sentido común. Pero la labor del sujeto en la búsqueda de conocimiento acerca del objeto es concienzuda en cuanto es el sujeto quien opera sobre el objeto, debe ser así, de otra manera no sería posible dar cuenta del objeto puesto que éste no se muestra tal y como es en su esencia al sujeto, se requiere de la dirección del sujeto hacia el objeto con un fin claro y específico, hipotéticamente formulado lo que denota la sistematicidad a fin de hallar un resultado determinado, es decir, es un proceso que se basa en el cálculo y requiere por ello la operación del sujeto sobre el objeto, de manera tal que lo que nos hemos dado en llamar operatividad del sujeto implica el entendimiento de éste como elemento de propensión del conocimiento, el sujeto busca conocer.
La concepción de operatividad indica la concepción de movimiento, el sujeto es movimiento, movimiento que sustenta y da vida a la adversidad de la que se nutre la discusión acerca de si un conocimiento dado es ciencia o no, por ello, el conocimiento como proceso histórico y la operatividad del sujeto sustentan la reafirmación de la adversidad en la ciencia, la lucha de lo objetivo con lo subjetivo, adversidad ésta que representa lo que en Nietzsche es considerado como una necesidad de duelo que la ciencia debe hacer, y que se sustenta en la idea del científico de creer que con cierta holgura puede dominar la realidad mediante el uso de medios duros o plenamente objetivos (Nietzsche citado en Zuleta, 2004), tarea que en su máxima expresión conlleva a la formulación de las ciencias básicas sobre las sociales dejando de lado de nuevo la posición adversa, aquella que por ser escrita desde la subjetivad de quien conoce hace incluso a la más radical de las ciencias susceptible de ser subjetiva. En esta concepción de movimiento recobra el sujeto un protagonismo particular puesto que, como describimos en líneas anteriores es el sujeto un elemento de propensión del conocimiento en cuanto lo busca, entre tanto, el objeto es entendido como toda posibilidad de cognoscibilidad ante el sujeto, el objeto está en el mundo en cuanto tal y se abre a la posibilidad del conocimiento del sujeto. De esto es deducible que no todo objeto es fuente de conocimiento “objetivo”; el hecho cultural, la mente, el hombre, deben ser planteados como objeto a fin de ser conocidos, es decir, debe tratar de buscarse la mayor claridad en la definición del hecho sociocultural que se investiga a fin que sea evaluado bajo una perspectiva formal que cumpla con las tres condiciones dadas para la operatividad del sujeto.
Por su parte, los resultados del proceso de conocimiento deben poseer un criterio que se suma a la construcción de verdadero conocimiento científico en el cual se recoge el carácter de verosimilitud de la ciencia si bien se distancia un poco de la condición de verdad de la misma, hablamos pues de la veracidad. La veracidad es un criterio de conocimiento que se vincula directamente al sujeto, por cuanto el concepto de lo veraz recae en una dimensión subjetiva y esencialmente se apaña de la claridad del sujeto frente al objeto estudiado significando en términos generales el nivel de autenticidad de la forma como el sujeto “muestra” al objeto desde la construcción teórica ofrecida por su labor investigativa, es decir, que la veracidad es un criterio que toca de fondo el problema de la subjetividad del conocimiento.
Veracidad como criterio es distintamente entendido de la verosimilitud en cuanto ésta puede hallarse en una teoría sin que la misma sea plenamente veraz, un ejemplo histórico lo podemos sacar del psicoanálisis, el analista puede considerar que las manifestaciones histéricas de un paciente están siendo engendradas por sentimientos negativos irresueltos en función de la sexualidad y la vida afectiva infantil, lo cual, puede llegar a sonar bastante verosímil, creíble desde el punto de vista teórico más, ¿Cuánto del analista no hay puesto en tales apreciaciones? Es allí en donde radica el problema de la veracidad el cual puede incluso aplicarse en los resultados numéricos y estadísticos más elaborados que pueden incluso ser susceptibles de transformaciones en función de la realidad social o el fenómeno específico que se desea mostrar, así pues, el criterio de veracidad contiene en su esencia un fundamento ético, el cual, por más radical que sea la ciencia o conocimiento a producir no puede ignorar o dejar de lado puesto que con ello estaría dejando de lado también el juicio crítico y las posibilidades de avance de la ciencia en cuanto ésta se debe sustentar justamente en dicho juicio.
Finalmente, hemos descrito –no sin cierto sinsabor- la confusión entre los conceptos de yo y sujeto, evento que maximiza la dificultad de comprensión del desarrollo epistemológico de la relación con un objeto de estudio y el conocimiento que de dicha relación es posible adquirir, sin el afán de redundar, recalcamos la relevancia de establecer la distinción entre ambas entidades, incluso, de rectificar la posición existente acerca del concepto de yo siempre que el mismo es una representación de lo imaginario del hombre y no da cuenta alguna de la esencia de éste desde el punto de vista epistemológico y podríamos decir que igualmente deja sus pronunciadas deudas desde el punto de vista ontológico.
La concepción del sujeto como inmerso en un proceso histórico de búsqueda de conocimiento brinda una concepción del mismo como protagonista de las posibilidades de conocimiento sin demeritar la relevancia del objeto, resalta la necesidad de mantener las diferencias en el manejo de las perspectivas de aplicación de un método a la ciencia por lo que es importante reconocer el papel de las ciencias duras y las que no cuentan con ésta condición sin temor a las diferencias, pero reconociendo que el partícipe esencial del proceso de construcción de saber científico es el sujeto que propende por el descubrimiento, el que opera para la obtención de conocimiento.

Referencias

Bacon, F. (1984). Novum Organum. Barcelona: Orbis.

Parada, R. (2001). Patopsicología y psicopatología en la clínica psiquiátrica. Buenos Aires. Mediterráneo.

Popper, K. (1994). Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico. Buenos Aires. Paidós.

Radford, L. (2000). Sujeto, objeto, cultura y la formación del conocimiento. Educación Mathemática, 12 (1), 51-69.

Zuleta, E. (2004). Nietzsche y el ideal ascético. En Ensayos selectos. Medellín. Instituto para el desarrollo de Antioquia IDEA.
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